Imaginemos a aquellos grupos cantando a la muerte, a los elementos de la naturaleza y a los animales portentosos para aplacarlos o convocarlos. Allí debe de haber nacido la música: como manera de embellecer los homenajes.
Luego llegaron los dioses, más comprensibles y fáciles de complacer.
De los grupos dispersos pasaríamos a formar unos más organizados (tribus, clanes), con líderes dominantes.
Como los líderes perdían la vida muy pronto, aparecieron los gobernantes. Se m...
Imaginemos a aquellos grupos cantando a la muerte, a los elementos de la naturaleza y a los animales portentosos para aplacarlos o convocarlos. Allí debe de haber nacido la música: como manera de embellecer los homenajes.
Luego llegaron los dioses, más comprensibles y fáciles de complacer.
De los grupos dispersos pasaríamos a formar unos más organizados (tribus, clanes), con líderes dominantes.
Como los líderes perdían la vida muy pronto, aparecieron los gobernantes. Se me ocurre un momento transicional, pues estos gustaban de mezclar lo divino con lo terreno haciéndose creer descendientes directos y embajadores de los dioses (sorprendentemente, algunos de hoy se hacen llamar ungidos).
También aparecieron los humanos extraordinarios o mitológicos (héroes).
Saltando fases, llegamos a la época en la que (al menos en nuestro lado del mundo) la religión se apropió del negocio y persiguió todo lo que se le opusiera. Los cantos servían ahora no para apaciguar a los dioses y buscar su bendición o clemencia, sino para mantener el control sobre sus adoradores. No solo en los cantos, sino en las demás manifestaciones del arte. La religión había creado lazos estructurales con la política y mediante sus instrumentos de control se había hecho imprescindible para gobernar.
La humanidad siguió avanzando en sus formas de organización y de control, también en la naturaleza y propósito de sus cantos, algunos de los cuales son llamados ahora himnos nacionales. Si les ponemos un poco de atención, podríamos estar de acuerdo en que estos son reflejo o evidencia de épocas. Y cuando veo en los periódicos que un futbolista de la élite mundial se niega a cantar el himno nacional de su país, trato de comprender sus razones. Nos dice Karim Benzema, francés, que nadie lo hará cantar la Marsellesa porque esta habla de guerra y de muerte y eso no le gusta.
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Y tiene razón en cuanto al contenido del himno francés. ¿Y si está desfasado? ¿Y si los paradigmas han cambiado lo suficiente como para hacer necesaria una actualización, digamos de himnos vigentes desde el siglo XVIII? En América latina, los himnos nacionales son hijos de la independización de la potencia colonizadora. Hablan de guerra, de sangre, de fusiles de hijos (no de hijas) que entregan la vida por el honor de la patria. Es decir, el imaginario social está dominado por la invasión territorial de tropas extranjeras. Y la patria es banderas al viento, territorio, honor sublime y campos enrojecidos de sangre.
Los himnos nacionales ya no son eficientes para exacerbar el patriotismo más allá de los eventos deportivos y de algunas celebraciones institucionales. Por ello Karim Benzema ha sido castigado con no formar parte del equipo nacional del futbol francés. ¿Y cuántos jugadores de futbol americano perderán sus empleos por poner rodilla en tierra como protesta por la desigualdad de trato hacia los afroestadounidenses?
Es válido preguntarnos de qué deberían hablar los nuevos himnos nacionales para reflejar los paradigmas actuales ahora que parece que la neoconquista y la neocolonización no tienen que ver con bayonetas ni caballos galopantes y que los imperios modernos ya no tienen banderas, sino logotipos.
La lucha entre ejércitos fue sustituida por la lucha entre ideologías, y el dominio de kilómetros cuadrados fue sustituido por el control de procesos cognitivos y volitivos.
Tal vez sería más fácil especular sobre los temas dominantes si los cantos nacionales respondieran a los tiempos que corren. ¿Cómo estarían representados los asuntos de género, los de mercado? ¿Ensalzarían la democracia como forma de romper desigualdades? ¿La libertad de pensamiento y de conciencia sobre la libertad territorial? ¿La diversidad cultural y la equidad estarían por encima de las bayonetas y del sacrificio vital?
Si se anima, cuéntenos de qué cree que iría la cosa con himnos nacionales para el siglo que corre.
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