Cualquier análisis serio muestra que el traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén no figura dentro de los asuntos prioritarios en una agenda de desarrollo legítima y contrasta con la enorme cantidad y gravedad de los problemas que debemos resolver en Guatemala. Posicionar a nuestro país al extremo de uno de los dos bandos del conflicto árabe-israelí era totalmente innecesario y también muy peligroso.
Poco a poco va saliendo a luz que las motivaciones de Jimmy Morales y su gavilla no tienen nada que ver con política exterior o con un supuesto fanatismo religioso fundamentalista cristiano neopentecostal. La Fiscalía contra la Corrupción del Ministerio Público anunció la apertura de un expediente de investigación de oficio ante los indicios graves de que todo el asunto del traslado de la embajada pudo haber sido un acto de corrupción descarado, en el que Jimmy Morales y la gente que lo acompañó vendieron la dignidad de Guatemala recibiendo sobornos y prebendas como pago para satisfacer a quienes sí tienen motivaciones reales e históricas en el bando israelí del conflicto en Oriente Medio.
La importancia del asunto va mucho más allá del escándalo que causaron las declaraciones del entonces vocero presidencial, quien primero afirmó que los gastos del viaje los pagaría el Gobierno de Israel, para luego cambiar la versión a que se trataba de «cortesías» de empresarios israelíes. La situación llegó a lo inaudito y al descaro cuando la canciller Sandra Jovel, a solicitud del propietario del avión privado en el que se transportaron Morales y su gavilla, se negó a revelar su nombre, con lo cual antepuso la voluntad de un millonario al cumplimiento de la Ley de Acceso a la Información Pública.
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Al verse acorralada por el riesgo de ser sancionada por violar esa ley, Jovel terminó revelando que se trataba del estadounidense de origen askenazí-ucraniano Sheldon Adelson, un magnate del mafioso mundo de los casinos de Las Vegas, propietario del diario Israel Hayom y quien hizo la donación más grande de la historia a un presidente estadounidense recién electo al regalarle cinco millones de dólares estadounidenses a Donald Trump para la inauguración de su presidencia. Y esto, por el momento. Pero no debe descartarse la posibilidad de que los sobornos que recibieron Jimmy Morales y su grupo también provinieran de otros.
El tema de fondo es si nuestro sistema judicial y político continuará permitiendo que un presidente de la república, varios de sus ministros y algunos diputados trabajen y tomen decisiones para satisfacer los intereses de sujetos como Adelson en vez de las gravísimas necesidades y urgencias de una población empobrecida, de unos niños desnutridos o de una red vial destruida. Y es que, de permanecer impune la venta de la dignidad nacional por los sobornos de Adelson y compañía, esto irá convirtiéndose en la política exterior guatemalteca, tal como lo sugiere el despilfarro de Q42,200.12 para una cena privada con Jared Kushner, asesor principal y yerno de Donald Trump, según Jovel para la relación con Israel, las relaciones entre Guatemala y Estados Unidos y el tema de los migrantes. Una cena para atender la agenda estadounidense, pero nada del interés guatemalteco. Nada de una agenda de desarrollo y de la solución a las causas estructurales de la migración.
El desafío es si como sociedad continuaremos tolerando la impunidad en la que permanecen acciones gubernamentales a cambio de paseos en avión o de cenas suntuosas para que otros se harten a costa de nuestros impuestos.
¡No más corrupción e impunidad!
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