El domingo próximo Jimmy Morales presenta el informe de su segundo año como presidente de la república. Me pregunto si tendrá la desfachatez de hablar de transparencia y de gobierno abierto, cuando es el rostro estandarte de los aliados de la corrupción y de los defensores de la impunidad: un presidente corrupto, ladrón, inepto y mentiroso hablando de transparencia, de gobierno abierto y de su trabajo contra la corrupción. ¿Habrá alguien honesto que todavía le crea?
El 27 de agosto pasado Jimmy Morales se enemistó con la ciudadanía, la cual, con voz fuerte y muy clara, le pidió la renuncia el 20 de septiembre. Como respuesta, se ha aferrado a una presidencia circense, a un estamento de poder mafioso, ilegítimo y carente de credibilidad, cuyo final es ya cuestión de dos años. O menos. Por ello, más allá de las mentiras y fantasías perversas de su informe de gobierno, lo que sin duda constituye las cavilaciones reales de Jimmy Morales y de su gavilla de corruptos y ladrones es que el tiempo se les está acabando y que les urge conformar un plan que les permita comprar cuotas de impunidad.
Al mejor estilo de Otto Pérez, seguramente estará ya intensificando su lobby en Washington D. C. y los acercamientos con el embajador Arreaga para intentar lograr un deal: facilidades para que él, su hermano, su hijo y el resto de su pandilla queden impunes cuando el gobierno termine (en enero de 2020 o antes) a cambio de no elegir un mal fiscal general y jefe del Ministerio Público. Con impunidad supuestamente tutelada por el gobierno de Trump, imagino a Morales hasta dispuesto a reelegir a Thelma Aldana si esta decidiese presentar su candidatura, además de plenamente capaz de traicionar a su maestro Álvaro Arzú y a toda la jauría de mafiosos y corruptos enquistados en su gabinete de gobierno, así como a la bancada del oficialista FCN-Nación, al Ejército, a los exmilitares, a los jueces, etc.
Esto, porque su moneda de cambio y pago es el hecho de que tiene a su disposición a toda esa jauría como respaldo en caso de que el deal no lo convenza. Si no le ofrecen un paraíso en la impunidad asegurado y a su satisfacción para cuando el gobierno termine, pues para Jimmy Morales la cosa es muy fácil: solo tiene que darles gusto a su gabinete, a su partido, a su maestro Arzú y al resto de toda su gente, es decir, continuar lo hecho hasta ahora.
Puede que el inicio del tercer año de gestión de Jimmy Morales sea un punto de inflexión importante, en el que las cuotas de impunidad sean las cartas de negociación sobre la mesa. Otto Pérez creyó que su fuerza política le alcanzaba para que el apoyo de su gente le permitiese la cuota de impunidad necesaria para sobrevivir luego de dejar el gobierno. Que perdió la apuesta es historia harto conocida.
Ahora es el turno de Jimmy, quien se prepara para jugar en las grandes ligas de la impunidad. Si el gobierno de Trump y su embajador Arreaga lanzan a la mesa de negociación un buen deal, puede que por miedo y cobardía Jimmy lo acepte, nombre a un fiscal decente y traicione a su gente. Si los estadounidenses no proponen o a Jimmy no le satisface la propuesta (ojo: si algo no son los gringos en estas lides es babosos), entonces, como dicen en las loterías de las ferias pueblerinas, ¡corre y va de nuevo!
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