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Iván Arévalo dejará el Congreso después de 25 años. Foto: República.gt

Iván Arévalo (o cómo cayó el último cacique de Totonicapán)

«Pero fue estratégico... se aprovechó de la vulnerabilidad de la gente y de quienes que no tenían acceso a información. Los vieron como salvadores».
Para librarse de los Arévalo hace falta sacudir los cimientos del departamento, cimientos culturales e históricos.
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Iván Arévalo (o cómo cayó el último cacique de Totonicapán)

Historia completa Temas clave

• Iván Arévalo, el diputado con más años en el congreso (25) fue parte de los partidos FRG, PP, Líder y Podemos, no logró ser electo.
• Vecinos, líderes y lideresas comunitarias lo acusan de haber comprado votos, ubicar a amigos en puestos claves en Totonicapán y de neutralizar a sus contrarios dándoles trabajo.
• Su salida representa una oportunidad para el departamento, concuerdan los expertos consultados. Aunque “el arevalismo” está enraizado en Totonicapán.
• Harían falta al menos dos procesos electorales más para finalmente erradicar el efecto los Arévalo en el departamento.

Se acabó una de las más largas dinastías políticas de Guatemala: el diputado Iván Arévalo, tras 25 años en el congreso falló en ser electo como parte de Podemos.
Representó primero a partidos como el FRG, y el Patriota; gestionó la construcción de infraestructura y carreteras en Totonicapán, y, para muchas personas, frenó el verdadero desarrollo del departamento. Es un héroe para algunos; villano para otros.

En el 2001 Iván y su hermano Edgar votaron a favor del aumento del Impuesto del Valor Agregado (IVA), impulsado por el gobierno del Frente Republicano Guatemalteco (FRG) y el entonces presidente Alfonso Portillo. La gente de Totonicapán decidió mostrar su descontento.

—¡Vamos a Cuatro Caminos! —dijo alguien.

—¡Vamos a tapar las carreteras! —dijo alguien más.

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Finalmente, las personas decidieron ubicarse en las calles y carreteras para mostrar su descontento, pero dejarían fluir el tráfico. Algunos fueron al mirador La Pistola, otros en Nimasac, unos más en el centro de la ciudad, cerca de una gasolinera. Era una manifestación tranquila, se podía decir. Gritos. Pancartas. Insultos. «Pero, yo creo que siempre hay infiltrados», comenta el actual exalcalde de Totonicapán, Santos Norato, quien estuvo junto a los manifestantes esa tarde; entonces Santos era también representante de 48 Cantones. Santos Norato, quien ahora trabaja en la Municipalidad de Totonicapán, es moreno y corpulento; cabellos plateados empiezan a trepar por sus patillas. Ahí, en su oficina dentro de la Municipalidad, nos recibió hace unos meses.

Entonces alguien, uno de los infiltrados como los llama Norato, con un Quiché persuasivo empezó a gritar.

—¿Somos hombres o no somos hombres? —dijo uno. 

La gente empezó a molestarse, a responder a quienes los incitaban.

—¡Somos, pues!

Un grupo de jóvenes, cuenta Norato, empezaron a llenar recipientes de gasolina y a taparse la cara. «Fuimos a la policía a avisar que algo podría pasar», dice. Los agentes les respondieron que no tuvieran pena, que todo estaba bajo control. «Cuando bajamos al parque, ya vimos, en la distancia, que la casa de los Arévalo estaba en llamas». El fuego la consumió.

La restauraron poco después, aún existe. Ya no es de los Arévalo pero sigue de pie. Ahora la ocupan varios locales y tiendas. Es enorme, de tres pisos, y ocupa un tercio de la manzana, pero en el 2001, mientras las llamas la devoraban, parecía más bien un pequeño volcán cubierto de ceniza que escupía chispas. En la casa de los Arévalo funcionaba la sede departamental del Fondo de Inversión Social (FIS).

Para acabar con la escena y el revuelo, el ejército tuvo que intervenir, pusieron tanquetas. «Instauraron estado de Sitio» recuerda Norato.

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Hay versiones que afirman que Iván y su hermano Edgar estaban dentro de la casa a la hora del incendio, y que para escapar se vistieron de corte. Otros dicen que no, que no estaban. Los Arévalo, después de todo, dividen su tiempo entre la Ciudad de Guatemala y Totonicapán, regresando a su tierra natal ocasionalmente una vez al mes, quizás menos.

Así como hay quienes desprecian a Iván, a los Arévalo, hay personas que los idolatran.

«No es de sorprenderse porque realizaron obra», dice Alma Caniz García, lideresa de Totonicapán. «pero a costa de votos, así dominaron Toto por más de dos décadas».

Iván Arévalo fue electo como diputado del FRG en 1995, 1999, 2003 y 2007. Luego con el PP fue electo en el 2011 y 2015. Su hermano, Edgar Arévalo fue alcalde de la cabecera de Totonicapán de 1999 al 2003 y luego fue diputado del 2003 al 2015.

Veinticinco largos años

Nacido en Totonicapán, el 26 de junio de 1962, Iván Arévalo tenía 32 años cuando fue electo diputado por primera vez. Lo hizo al lado del FRG. Santos Norato califica esa primera gestión como llena de improvisación. «No tenía un plan, no consultó con asesores; actuó día a día y sin analizar el contexto», señala. Antes de eso Iván había sido diputado suplente, mas no electo. Y antes, maestro de educación primaria en Momostenango. Estudió también, Administración de Empresas en la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC). Desde su primera gestión, relatan personas en Totonicapán, se vio y se sintió su poder y gestión. O no. No se vio. Depende de la perspectiva.

«Los diputados anteriores iban al congreso a devengar un salario; pero Iván, cuenta mi padre, pronto empezó a trabajar obra», señala Alma Caniz. «Pero fue estratégico. Hizo algo en el casco urbano, pero se enfocó en las comunidades más alejadas. Se aprovechó de la vulnerabilidad de la gente y de gente que no tenía acceso a información. Los vieron como salvadores».

—Si nos apoyan vamos a continuar el proyecto, el próximo periodo —era una de las promesas de campaña, recuerda Caniz. 

«Las obras quedaban inconclusas; decían que no había fondos para terminarlas, o que la papelería atrasaba todo», continúa la lideresa. «Unos seis meses antes de las elecciones regresaban a continuar la obra y pedir el apoyo de la gente».

Y ¿cómo pedía apoyo? No solo con promesas, sino con regalos. Según Alma Caniz, el diputado junto a su hermano, Edgar Arévalo, regalaba blocs, láminas, bolsas con alimentos, huipiles con dinero en los bolsillos y animales de crianza a las personas. La lideresa agrega que es impreciso llamar a Totonicapán un pueblo sumiso por ceder ante la compra de votos. «Culturalmente somos agradecidos, nos han criado de esa manera. Si la gente recibe cincuenta metros de carretera lo van a retribuir con un voto; ellos al saberlo se aprovecharon de esto», dice.

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Por otro lado, el abogado y activista Goyo Saavedra señala que la pobreza del departamento facilitó esa manipulación. «Es muy difícil exigirle una posición ciudadana a quienes tienen sus derechos mínimos condicionados por sus capacidades económicas», dice Saavedra. Según el Instituto Nacional de Estadística, en el 2011 hasta un 73 % de la población de Totonicapán vivía en condiciones de pobreza y 21 % en pobreza extrema. Pero no solo eso. La compra de votos no es suficiente para que un diputado mantenga su curul. Para eso, Iván nadó hábilmente entre partidos; camino a su conveniencia las sendas del trasfuguismo. No solo por supervivencia —en enero del 2013 el FRG desapareció y Arévalo encontró casa en el Partido Patriota— sino por pericia. Después que el PP perdió credibilidad, Iván se unió a Líder (con Manuel Baldizón), para luego pasar a Podemos (Roberto Arzú). Pero según la politóloga Marielos Chang, no le bastó con cambiarse de partido. «(Él) supo cómo leer el panorama político y se alió con aquellos con los cuales le daban la mayor posibilidad de ser reelecto», señala Chang. La activista originaria de Totonicapán Andrea Ixchíu concuerda. «Supo brincar con el mejor postor y adaptarse a las agendas de la corrupción», dice. «A esto sumo cómo corrompió a líderes, cómo compró aliados».

A lo que se refiere Ixchíu es a cómo, a pesar de que con el paso de los años los Arévalo ganaron opositores, este supo abordarlos. «Un buen ejemplo es Santos Norato», señala firme el abogado y ex presidente de 48 Cantones Santos Sapón. «Él fue presidente de 48 Cantones y se oponía a los Arévalo. Ahora está trabajando en la Muni. Ahora es parte del sistema». Cuando entrevistamos a Norato, fue mesurado con sus palabras. Repetía que sería respetuoso y objetivo. Que no quería presentar un discurso descalificativo. Sapón dice: «y como él hay varios».

Esto, asegura el politólogo José Carlos Sanabria, mantuvo bien aceitada y firme a la maquinaria de los Arévalo. Y, según Caniz, eso terminó por fragmentar 48 Cantones.

«Si hablamos del mayor daño que le hizo a Totonicapán, es el darle trabajo a los que no eran sus amigos», afirma Sapón. «Al hacerlo, logró excluir personas de la lucha, involucrarlo en su sistema y así neutralizarlo».Y de esta forma, comprando votos, ejecutando de obras en el momento justo, emigrando de partido en partido y neutralizando opositores, Iván Arévalo se mantuvo en el poder por 25 años.

 

 

La larga caída

El 16 de junio, tras las votaciones, se dieron a conocer los 160 diputados electos para el periodo 2020-2024. El partido que logró más diputados fue el Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) con 52, seguidos por VAMOS, con 17. Los partidos con menos representantes electos fueron el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) y Podemos, ambos con uno. El diputado electo del partido de Arévalo fue José Alejandro de León Maldonado. Y así, tras dos décadas y media en el Congreso, Iván Arévalo quedó fuera.

Pero, a pesar del descontento, Alma Caniz afirma que Totonicapán finalmente logró sacar a Iván Arévalo no por molestia o descontento, sino por educación.

«La gente empezó a tomar conciencia», dice. «Desde el 2001 las y los jóvenes empezaron a involucrarse más, a recibir capacitaciones de organismos internacionales; entendieron que eso no es política, es dominio, es control». CEJUS, el Instituto de Estudios Políticos, el Proyecto MIRIAM y la Federación Guatemalteca de Escuelas Radiofónicas (FGER) son algunas de las organizaciones que, según Caniz, se involucraron en la educación política del a juventud de Totonicapán.

Según la lideresa, la llamada masacre de Alaska (2012) fue la que terminó por demostrar el poco interés de Iván Arévalo en Totonicapán.

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El 4 de octubre de 2012, manifestantes de Totonicapán se ubicaron en el kilómetro 169 de la carretera al occidente, en la cumbre de Alaska. El grupo se reunió ahí para manifestar su descontento ante el alza a las tarifas de energía eléctrica y en contra de Energuate. El ejército intervino. Una tropa llegó al lugar. Abrió fuego. Al final, el ejército mató a seis personas e hirió a decenas más. El entonces Ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla, argumentó que los soldados llevaban armas no letales y que las muertes se habían provocado entre los manifestantes pues los cuerpos, dijo él, tenían heridas de machete.

Al día siguiente Prensa Comunitaria publicó la fotografía del conflicto en Alaska donde se veía un soldado con un rifle automático en mano, un Galil, un arma letal utilizada por el ejército durante el conflicto armado interno. Recuerda Caniz que la gente llevó los seis muertos de vuelta a Totonicapán. Todo el municipio estaba en silencio. Caniz, mientras se le quiebra la voz, afirma que desde entonces no ha escuchado un silencio tan absoluto en el pueblo.

«Fue cuando los Arévalo debían estar al frente del pueblo, y se escondieron», dice Caniz. «Recordemos que en esa época pertenecían al Partido Patriota».  

¿Por qué tomó dos procesos electorales más que perdiera su curul?

«Tenían todo cooptado», dice Caniz. «Fue un proceso gradual. Incluso con ambos fuera no podemos decir que Totonicapán ha escapado de su influencia.»

El 2012 fue un año difícil para los hermanos Arévalo, aunque no precisamente por lo que ocurría en el departamento al que representaban. En febrero, Edgar Arévalo tuvo un fuerte accidente en automóvil mientras se conducía por la carretera Interamericana. Las heridas fueron tan graves que debió ser trasladado por aire a un hospital en la ciudad capital. En septiembre, dos sujetos en motocicleta dispararon al vehículo en el que se trasladaba Iván Arévalo, fue el guardaespaldas quien recibió las balas, dos en la cabeza. El responsable de la seguridad del diputado murió, Arévalo salió ileso.

El choque y atentado contra los Arévalo poco influyó en la percepción hacia los hermanos. Había tanto descontento que, en 2014, según Carmen Tacam, ex presidenta de la Junta Directiva de 48 Cantones y primera mujer en dirigir al grupo indígena, se recaudaron firmas para pedir la renuncia de Iván y Edgar Arévalo. No dio resultado, al menos no hasta 2019 en el proceso electoral.

Para el investigador y profesor de ciencia política Javier Brolo, la no-reelección de Arévalo dependía de la capacidad de organización de Totonicapán. «Y parece que sí hay cambios en las necesidades de la estructura social y que los Arévalo tienen dificultad en cumplir», dice.

Por otro lado, Sanabria argumenta que el hecho de que los hermanos hayan sido vinculados a actos ilícitos, debilitó su gestión. «No descarto que un desgaste político haya influido en la toma de decisiones del votante», dice. Finalmente, Andrea Ixchíu, si bien está de acuerdo con lo planteado por Caniz, Brolo y Sanabria, añade que es la combinación de todos estos elementos lo que derrocó al último cacique de Totonicapán. «Hicieron falta más de veinte años, una masacre, la Cicig, el destape de casos, que terminara el temor de nombrar a los corruptos por nombre y apellido, el fortalecimiento de la sociedad civil con el respaldo de representantes penales, la estructuración de redes locales; todo eso generó la posibilidad de un cambio», dice Ixchíu. «Todo eso hizo falta para que esa familia saliera del poder».

Ya no es diputado… pero aún no sale

El 14 de enero terminó una seguidilla de 25 años para Iván Arévalo y con ello, inicia una época de posibilidad, como la llama Carmen Tacam. «Ahora, espero, se van a dar cambios desde los movimientos indígenas y los lugares de toma de decisión». Para Saavedra la salida de Iván representa «Una oportunidad de articular un proceso más claro a nivel local (para Totonicapán) y acorde a sus prioridades y necesidades», dice. Caniz agrega que para ella es un avance que los Arévalo hayan perdido la municipalidad, primero, y ahora el congreso. «Pero no es un éxito total».

Ixchíu argumenta que este relevo político representa un respiro para Totonicapán. «Pero, no lo podemos dar por muerto».

Es más, todos y todas tienen “peros”.

Tacam dice que los tentáculos de los Arévalo aún están sobre Totonicapán, muchos de sus simpatizantes o ahora aliados, están en plazas presupuestadas y han formado su propio sindicato. Son, pues, intocables. Tacam calcula que deberán pasar, al menos, dos administraciones más para limpiar el departamento del arevalismo. Ixchíu concuerda. «(Él) tiene operadores y redes por todo el país; tiene una fortuna amasada que le permite generar otro tipo de influencia… Que no esté en el Congreso no significa que no tenga poder». Y, según Saavedra, su salida no significa necesariamente un cambio articulador. «Para cambiar este sistema corrupto es necesario relevar a tanto a los intermediarios como a los modelos».

Y todo esto nos lleva de vuelta a las obras en Totonicapán.

¿Qué pasará con las obras?

Santos Sapón argumenta que, paradójicamente, la salida de Iván Arévalo del Congreso también va a significar un retroceso para el desarrollo gris del departamento.

El centro de Totonicapán es como el de muchos municipios: ventas callejeras, banquetas delgadas, calles angostas y empinadas por donde los carros maniobran, perros callejeros y el olor de comida frita. Si uno se esfuerza, o pregunta, puede ver algunas de esas obras. Hay caminos asfaltados hacia Panquix, hacia Pachoc, hacia Tzanisnam y otras aldeas aledañas. Se instaló alumbrado público. Eso es apenas el esqueleto del reino de los Arévalo.

En el centro, por ejemplo, está el Parque La Unión y el Parque San Miguel. Ambos parecen hechos hace no más de cinco años. En ambos hay placas de metal con una lista de nombres de quienes hicieron posible esas construcciones. En el primero, frente al monumento a Atanasio Tzul. El segundo, a unos pasos de un letrero que ofrece Wi-Fi gratis, un servicio que, según vecinos, al mes de instalado dejó de funcionar. Y claro, en ambas, están Iván Arévalo y Edgar Arévalo, sus nombres, dorados, mayúsculos, lado a lado.

En las afueras las carreteras tienen el aspecto de ser nuevas. Y así, un salón por aquí, un complejo deportivo por allá, canchas sintéticas, tuberías, calles asfaltadas y adoquinadas. Pareciera que el desarrollo sí llegó a Totonicapán. Sin embargo, el proceso para terminar esas carreteras fue extenuante. A veces pasaban hasta cuatro meses cerradas mientras se trabajaban, afectando el tráfico y el comercio. Avance y retroceso.

Los entrevistados señalan que todas esas obras fueron construidas por «pushitos». Diez metros de carretera un año; una pared el otro; las gradas del parque el siguiente, coincidentemente, meses antes de las elecciones. Y la promesa de terminarlas mantuvo a Iván y su hermano en congreso por casi tres décadas.

«Ningún otro diputado va a poder darle tanto dinero a Totonicapán para invertir en obras e infraestructura, ninguno, nunca», dice Santos Sapón, resignado.

«Va a ser difícil pues son casi treinta años de influencia, estamos hablando de generaciones de ciudadanos afectados por ellos», dice Santos Sapón, a tiempo que afuera una banda escolar hace sonar sus redoblantes. «Lo primero es incluir en el currículum base la historia del departamento».

Sapón nombra seis eventos clave para entender la lucha de Totonicapán, eventos que, según él, también son claves para despertar la resistencia en el departamento.

Uno, la herencia histórica de Atanasio Tzul. Dos, la lucha contra el proyecto de agua de auto-avalúo de Vinicio Cerezo en 1988. Tres, la resistencia ante el Impuesto Único Sobre Inmuebles propuesto por Álvaro Arzú en 1995. Cuatro, el rechazo al impuesto al IVA promovido por Alfonso Portillo en 2001. Cinco, el acuerdo tomado con el vicepresidente Eduardo Stein que declara, en el 2005, que Totonicapán queda libre de la minería. Y seis, la masacre de Alaska, en el 2012. 

«Todos nuestros jóvenes se forman como operadores; están contentos con un trabajo en un call center o de pagadores en un banco», se queja Sapón. «Esas quince generaciones yo considero que están perdidas. Pero como pueblo recuperamos esa conexión con el pasado, vamos a entender por qué tenemos un bosque comunal, por qué el agua no se puede regular como lo hace el Estado, por qué luchamos por que cambie la forma que se administra la energía eléctrica, por qué murieron seis personas en Alaska; recordando las luchas de Toto, podemos recobrar el rumbo».

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Finalmente, mientras Sapón demuestra desánimo ante el relevo político, Goyo Saavedra afirma que «la dinámica del próximo gobierno va a ser distinta; veremos incentivos diferentes en el Congreso, lo que puede provocar mayor transparencia», dice. Por otro lado, Marielos Chang piensa que no es la última vez que vemos a Iván Arévalo en las boletas. «Es de esos personajes que desaparecen y luego regresan; no descarto que en algunos años vuelva a ser candidato y que vuelva a quedar».

Nota del editor: Plaza Pública intentó repetidamente comunicarse con el diputado Iván Arévalo. No contestó a los mensajes dejados en su correo, cuenta de WhatsApp o con su secretaria.
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