Digo peor porque, cuando menos, en aquella década los hospitales y centros de salud estaban completamente abastecidos. Hoy, hasta para morirse en un hospital público el paciente tiene que llevar sus propios insumos o comprar alguna medicina.
Peor porque, cuando menos, los diputados (aunque igual de tramposos) eran más mesurados en su comportamiento y diríase que hasta un poco más cultos. Hoy el Congreso está repleto de vulgares tipejos cuya basa es la mentira, la traición y la defección. Solo en septiembre de 2017 se solicitó antejuicio contra 107 del pacto de corruptos, sin contar otros por diferentes delitos. ¡Habrase visto!
Peor porque, no obstante la cacaraqueada responsabilidad con la democracia aducida por Jimmy Morales en su segundo informe de gobierno, unas horas antes de la elección de la nueva junta directiva del Congreso (ordenada por la Corte de Constitucionalidad) el dichoso presidente se reunió con los diputados oficialistas en el cuartel militar Matamoros. ¡Valiente democracia esa! ¿A quién demonios se le ocurre tratar temas democráticos adentro de un cuartel que se convirtió en una prisión casi exclusiva?
Peor porque, si hubo un gremio que hizo tambalear a muchos gobiernos por tiránicos que fueran, ese fue el magisterial. Hoy da pena, da vergüenza, da grima ver al magisterio de Joviel Acevedo abandonando las aulas para —supuestamente— obtener un bono de 2 500 quetzales al año. Y me refiero a ese grupo porque, fuera de tales huestes, maestros dignos hay.
Peor porque, no obstante los dislates atinentes a los gobiernos de aquella década, los ministros de Relaciones Exteriores de entonces, cuando menos, tenían una digna presencia ante el concierto de las naciones. Hoy, en la Cancillería, los diplomáticos de carrera han sido ninguneados, y personas ramplonas e inexpertas han sido puestas al frente. Hasta oírlas hablar da pena. Tartamudean para todo. Y, como si fuera poco, hasta se constituyen en regañonas de la prensa.
Peor porque en aquella década se libraba una guerra ideológica. Hoy se libra una guerra en la cual, conformando un grueso frente, está la catizumba de corruptos sin ninguna tendencia de pensamiento. A ellos nos oponemos quienes en un sobrehumano intento aspiramos a que sea el bien el derrotero de nuestro país.
Esos corruptos apátridas que andan de partido en partido (político) o vendiéndose al mejor postor son el prototipo de vagabundo que también anda tocando las puertas de los cuarteles para pedir apoyo a fin de gestar golpes de Estado en nombre de la democracia. De ese tipo de gente previno Kjell Eugenio Laugerud García mediante un insólito discurso en 1977. Hoy los gestores de tales asonadas parecen estar de vuelta. Ojalá el estamento militar ignore hasta sus toquidos, ya que un ejército profesional no debe prestarse para cometer semejantes bajezas. Por cierto, esa condecoración que le otorgaron a la canciller estuvo más jalada que carpa de circo. No olviden que estamos en la segunda década del siglo XXI y en plena época de globalización.
Pues bien, esos corruptos apátridas se están quedando sin argumentos. La polarización que quisieron imponer a base del juego de las derechas y las izquierdas fracasó. Ahora aducen terrorismo. ¿Qué más terrorismo que intimidar a un pueblo mediante el estigma, los sambenitos y la criminalización de los liderazgos sociales?
Pero no hay mal que dure cien años ni enfermo que lo aguante. Así que, con mangas arremangadas o sin mangas arremangadas, la justicia va. Por si alguna duda les queda, baste saber de las declaraciones dadas por el secretario de Estado de Estados Unidos el recién pasado 1 de febrero: «En Guatemala seguimos apoyando a la Cicig […] El 2018 debe ser el año en que los países de este hemisferio restablezcan la confianza con las personas a las que representan y den pasos serios en contra de la corrupción».
En relación con el párrafo anterior, les pregunto a esos infectos: ¿alguna duda, sus mercedes?
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