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Dos soldados estadounidenses caminan desinteresados frente a un grupo de migrantes centroamericanos que miran detrás del muro fronterizo de Tijuana, el domingo 25 de noviembre

En Estados Unidos también hay amor para la caravana

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En Estados Unidos también hay amor para la caravana

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Trump prometió que el Ejército de Estados Unidos usaría armas de fuego contra los migrantes que tiren piedras. Border Patrol tiró balas de goma y gases lacrimógenos a quienes intentaban cruzar. Pero no todo es odio. Miles de californianos en San Diego, la ciudad siamesa de Tijuana, continúan apoyando a la caravana, recolectando víveres, donando dinero, organizándose para apoyar a los refugiados.

El pasado 25 de noviembre, mientras cientos de centroamericanos burlaban la porosa pared de seguridad de los Policías Federales de México y corrían hacia el muro, del otro lado, en San Diego, más de 500 personas se reunían en el parque Larsen Field. La manifestación era parte de la llamada San Diego March in Solidarity with the Refugee Caravan (San Diego marcha en solidaridad con la caravana de refugiados) que fue convocada por más de ochenta grupos de la sociedad civil.

—¡Trump escucha! —decía alguien, en español y amplificado con un megáfono.

—¡Estamos en la lucha! —respondía la gente.

A un costado del puerto de entrada de San Ysidro se veían banderas de México, de Honduras, Nicaragua, Guatemala.

Let them all in! (déjalos entrar) —alegaba otro grupo, junto al muro.

Rafael  Ríos

No one is illegal on stolen land”, decía un letrero, “nadie es ilegal en tierra robada”. Hasta 1847, tras la intervención estadounidense en México, San Diego, y una buena parte de California, eran territorio mexicano. Hasta 1846 Texas, Nuevo México y la conocida Alta California (ahora California, Arizona, Nevada, Utah, Colorado, Wyoming) eran parte de México.

—La lucha obrera no tiene fronteras —decía un grupo más.

—Aquí estamos y no nos vamos, si nos echa, nos regresamos; su pinche muro se los tumbamos —cantaba, uno más.

“Estamos acá expresando nuestra solidaridad hacia el éxodo migrante y pedimos que se asegure su bienestar, protección y los derechos humanos”, comentó Pedro Ríos, miembro del Programa Fronterizo del Comité de Amigos en San Diego. Ríos también niega por completo la retórica del presidente Donald Trump, al llamar a los migrantes invasores y criminales. También rechaza la militarización de las fronteras, una frontera que Ansie McWay, del Partido Socialista y de Liberación llama “injusta e innecesaria”.

Por otro lado, Steven Eeter, miembro del Otay Mesa Detention Resistance señaló que Estados Unidos está histórica y moralmente obligado a ayudar a estas personas.  “Condeno la forma en que mi gobierno ha perpetuado la destrucción, derrocar gobiernos, mantener conflictos armados”, dice. “Si estamos dispuestos a gastar miles de millones de dólares para arruinar sus países y sus vidas, más nos vale estar dispuestos en ayudarlos, en abrir nuestras puertas cuando ellos huyen del caos que ayudamos crear”.  

Rafael  Ríos

Organizaciones civiles como el Centro Cultural La Raza y el mismo Otay Mesa Detention Resistance cada día reciben más y más víveres en sus instalaciones. Todos los días, ciudadanos de San Diego llenan sus carros con comida, medicina, ropa, zapatos y, algunos, hasta tiendas de campaña y los llevan al otro lado de la frontera, a los diferentes albergues.

Mientras el alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastelum, dijo que no usaría los recursos de la ciudad para ayudar a los migrantes y, más bien, pidió ayuda a las Naciones Unidas. Estas organizaciones sandieguinas continúan aceptando donaciones y llevándolas hasta Tijuana y apoyando a la caravana, junto a los tijuanenses que desde que llegó el grupo a Baja California, han entregado también comida y ropa.

El Otay Mesa Detention Resistance mantiene comunicación con las autoridades del Otay Mesa Detention Center. En el centro de detención muchos de los migrantes que ingresan a Estados Unidos, pidiendo asilo en el puerto de San Ysidro, son detenidos hasta que su caso es procesado y luego son liberados con un monitor de tobillo. Cuando son liberados, usualmente buscan ir a otra ciudad. El Otay Resistance, junto a otras organizaciones civiles, reúne fondos para comprarle a estas personas boletos de bus o avión hasta su destino final, dentro de Estados Unidos. Y muchos de sus voluntarios recogen a los migrantes que salen del centro de detención y los llevan hasta la estación de bus o terminal de aeropuerto.

Rafael  Ríos

El humo dispersó a dos marchas

La marcha pro-migrante de San Diego, el 25 de noviembre, llegó hasta el muro. Pronto llegaron agentes del Special Reaction Team de Estados Unidos y más policías armados que dividieron su atención hacia el muro, a los migrantes y a los manifestantes. Si bien los miembros de la caravana protestaban y pedían ordenadamente, la policía de San Diego tiró gases lacrimógenos contra ellos. Y cuando las personas del lado de San Diego intentaban lanzar botellas de agua hacia el otro lado, la policía apuntaba sus armas de balas de goma. “Afortunadamente no dispararon”, dice Rafa Ríos, un fotógrafo guatemalteco residente en San Diego.

“Pedir ser considerado un refugiado y aplicar para ello no es un crimen”, escribió esa tarde Alexandria Ocasio-Cortéz, recién electa congresista de Nueva York. “No fue un crimen para familias judías que huían de Alemania. No lo fue para familias perseguidas en Ruanda. No lo fue para las comunidades que escapaban de la guerra en Siria. Y no lo es para quienes huyen de la violencia en Centroamérica”.

Hasta 25 ciudades en Estados Unidos se han solidarizado públicamente con la caravana migrante. En Nueva York, los manifestantes marcharon hasta el consulado mexicano. En Minneapolis dijeron que “aceptamos a los refugiados hondureños”. En Boston criticaron cómo Estados Unidos removió, en 2009, al presidente electo de Honduras, Manuel Zelaya. Y así, en 25 ciudades, a lo largo y ancho de Estados Unidos, hay también amor para el éxodo centroamericano.

Rafael  Ríos

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