El estudio

El privilegio analítico que nos dio la pandemia

Capítulo #9

Texto: Alejandra Colom
Edición: Enrique Naveda
Ilustración: Suandi Estrada

El estudio

El privilegio analítico que nos dio la pandemia

Capítulo #9

Texto: Alejandra Colom
Edición: Enrique Naveda
Ilustración: Suandi Estrada

Este estudio se diseñó mientras llegaban las primeras noticias de un virus contagioso detectado en Wuhan, en la República Popular de China. Las entrevistas se coordinaron e iniciaron durante las semanas cuando se especulaba, y luego se confirmaba, que la epidemia de covid-19 se convertía en la primera pandemia en más de cien años. Las entrevistas se terminaron por Zoom, cuando “Zoom” saltó a ser un término común y todos nos encerramos. Pienso: “qué ingenuos fuimos al imaginar que para junio estaríamos librados”. El confinamiento vino acompañado de ineludibles señales de la persistencia de privilegios que me permitieron disfrutar el encierro, agradecer la desaparición de distractores, y poder dedicarle mi atención a escribir y replantear otro proyecto que estaba por comenzar. Este otro proyecto requirió que saliera de la ciudad, luego de gestionar permisos y salvoconductos que me recordaron no tanto los que necesitábamos al principio de los años noventa para poder hacer trabajo de campo antropológico, sino las películas sobre pandemias y zombis que proliferaron unos años más tarde. Nadie nos detuvo nunca en esas carreteras vacías. Una sola vez usamos el salvo­conducto. Ahora reflexionan acerca de “qué sigue” en cuanto a su papel individual y a sus aspiraciones para el país. Una de las participantes lo ilustra en términos de lo que consideró viable en distintas etapas de su carrera y cómo, hoy, ya cree que su función se limita a garantizar que esta etapa histórica no se olvide.

La Torre del Reformador, al atardecer, en la desolación del estado de toque de queda, el 23 de marzo 2020. Simone Dalmasso

En esas visitas pude escuchar de primera voz có­mo distintas comunidades rurales se adaptaban a la realidad de la pandemia. Me excusé de no saber la respuesta para muchas interrogantes sobre lo que venía. Despejé algunos mitos sobre la transmisión del virus y las curas milagrosas. Señalé la inminencia de una gran crisis sanitaria si no… En ese “si no” me detuve siempre. ¿Si las personas no se quedaban en casa?, ¿si no usaban mascarilla?, ¿si no se lavaban las manos? Ya en esos primeros meses muchas familias enfrentaban escasez de alimentos. ¿Qué mascarilla?, ¿con qué agua? Un líder comunitario lo sintetizó así: “Esperamos el apoyo del Estado sabiendo que por más de quinientos años hemos sobrevivido sin él”. O “a pesar de él”, pensé. Comencé a imaginar la pandemia como una ventisca furiosa que levantó techos y fachadas para poner aún más de manifiesto las realidades que preocupan la cotidianidad de la mayoría de guatemal­tecos. Pensé en este estudio y cómo reflexionar sobre el período 2015-2019 fue y es realmente un lujo. Con los privilegios, dice el catecismo grabado en mi católico disco duro, vienen responsabilidades. Con mi techo y comida asegurada, al igual que para los participantes en esta investigación, el desmoronamiento de nuestra esperanza de cambio, aún las consecuencias personales y empresariales sufridas, seguían firmemente ancladas en la experiencia de una minoría, una que jamás se pregunta si comerá al día siguiente, si matarán a su hermano, taxista, por resistir a una extorsión.

El 12 de marzo 2021, 16 familias de Comitancillo, San Marcos, recibieron los restos de sus familiares masacrados en Tamaulipas. A pesar de la pandemia, la migración masiva de guatemaltecos en búsqueda de un futuro lejos del país siguió imparable. Simone Dalmasso

Pienso en las reflexiones sobre la ingenuidad, resaltada por varios participantes, de aquellos que manifestamos en 2015 y 2017, en esa casi ternura al recordar nuestros “yo” de la plaza. Dimensiono, junto con los participantes, lo mucho que dependemos de lo que piensa, quiere y puede “La Embajada”, de lo frágiles que somos como país si las elecciones de otro país nos impactan tanto. Reflexiono sobre la dificultad de encontrar causas compartidas cuando no solo vivi­mos, sino hablamos realidades distintas, si nos resis­timos a aprender los códigos culturales de las luchas de los otros. Comunicamos relevancias distantes. En la amabilidad de quienes nos recibieron en tantas ocasiones entre mayo y octubre se lee, y a veces se escucha, el reconocimiento de que lo urgente, lo grave, lo trascendental no es igual acá que allá. No se trata de brechas infranqueables, quiero, queremos creer bastantes, pero sí de esfuerzos que requieren sacrificios, como en las tramas de las buenas películas de virus que acaban con los mundos conocidos y nos obligan a pensar en estrategias nuevas, en relacionamientos creativos, en liderazgos que recuerden de dónde venimos. Eso es, si queremos pasar de conformarnos con sobrevivir a querer vivir, si queremos que, cuando venga la próxima pandemia/terremoto/mega tormenta (nombre aquí cualquier desgracia de nuestro imposible istmo), seamos más parecidos a quienes creímos ser en la plaza.

Otros capítulos del estudio

Capítulo #1

Antecedentes

Capítulo #2

La Línea trazada

Capítulo #3

El tercer gran actor

Capítulo #4

Fragilidad

Capítulo #5

Formas de control y presión

Capítulo #6

¿Qué alimenta el miedo?

Capítulo #7

Formas de control y presión

Capítulo #8

¿Qué alimenta el miedo?

Capítulo #1

Antecedentes

Capítulo #2

La Línea trazada

Capítulo #3

El tercer gran actor

Capítulo #4

Fragilidad

Capítulo #5

Formas de control y presión

Capítulo #6

¿Qué alimenta el miedo?