Una vez Ríos Montt dijo que todo se trataba de un “show” internacional, inició el tsunami de acusaciones en contra de organizaciones internacionales, el sistema de Naciones Unidas, representaciones diplomáticas, ONG nacionales e internacionales. Enérgicos han sido los señalamientos en contra de la comunidad de defensores de los Derechos Humanos, sin esconder arraigada xenofobia, acusándolos de depender del extranjero.
Denuncian que extranjeros manipulan nuestras instituciones, tomando decisiones que soberanamente nos debieran competer sólo a guatemaltecos. Pero, esto es otro ejemplo de lo corta que es nuestra memoria… y es que la nuestra, no olvidemos, ¡es una historia de intervención extranjera, y no precisamente por la defensa de la vida, los derechos humanos y la reivindicación de los pueblos mayas!
Así, para ser consistentes, todos estos patriotas emergentes que suspiran al ver el pabellón nacional gigante cerca de la colonia Lourdes, o que piden callar porque suena el Himno, Nacional o del ejército, me pregunto si ¿también sienten el mismo fervor patrio de defender nuestra soberanía de voraces y manipuladores extranjeros como la misma colonia española, la United Fruit Company, las empresas de telefonía móvil o Walmart?
Por un lado fue impresionante la imagen del CACIF y el resto de grupos de empresarios, dejando de lado (momentáneamente, claro), sus peleas y fragmentación internas, para oponerse públicamente a la condena por genocidio. El vergonzoso y lamentable comunicado oficial presionando a las embajadas y representaciones diplomáticas, y al resto de la comunidad internacional, abstenerse de intervenir en asuntos nacionales.
Pero por otro, impresiona también su docilidad cuando se trata de inversionistas extranjeros. Por ejemplo, alguien, ¿ellos también?, podría denunciar servilismo rastrero en la venidera “investment summit”, como un evento para prostituir al país para satisfacer los más voraces apetitos de inversionistas extranjeros, en el que el fervor nacionalista ni siquiera alcanza para ponerle el nombre en español castellano, menos algún idioma maya. No, porque cuando se trata de las utilidades de empresas disfrazadas de supuesta generación de empleos, allí la tierra deja de temblar, todos se quitan sus armaduras guerreras con los colores nacionales, para ponerse las ropas que exige el oficio más antiguo del mundo, y atraer al cliente.
Por ejemplo en febrero pasado, una misión de parlamentarios canadienses organizada por, la también canadiense Goldcorp y su sucursal o filial guatemalteca Montana Exploradora, organizó una visita a nuestro país. Bajo la fachada de supervisar las operaciones de Goldcorp en Guatemala, trascendió que la idea era lograr que el Congreso de la República “modernizara” la ley de minería. Por supuesto que los guatemaltecos debemos reformar esa ley, pero, ¿son los legisladores canadienses los que tienen que venir a decirnos cómo debe quedar tan importante ley?
Así, tiemblan de ira por la intervención en asuntos de derechos humanos y justicia, pero son dócilmente agraciados cuando de legislar a favor de los inversionistas, sean de la otrora United Fruit Company o ahora de Goldcorp o quienes vendrán a solazarse en la “investment summit”.
Vaya, qué contradictorio ese nacionalismo y preocupación por los procesos debidos. Muy a conveniencia, como lo han hecho por muchas décadas, siglos. En todo caso, son precisamente esos “patriotas emergentes” que sacan el pecho pintado de azul y blanco, pero que luego venden a nuestro país, literalmente, a los inversionistas. Así que es un nacionalismo y soberanía cuando es por justicia y la vida, pero cuando es por utilidades e inversiones, somos las Estrellas de la Línea.
¿Qué tal la consigna de la no dependencia de extranjeros?
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