El camarote

Sus sueldos le alcanzaron para tener una buena calidad de vida y darles educación a sus tres hijos. Sé que amaba el servicio público y enseñar. Con las limitaciones de un Estado tercermundista, se veía como parte de un sistema con objetivos muy claros y tenía una mística de trabajo. Como esta historia hay muchas en Guatemala.

Después surgieron las corrientes reaganianas y thatcherianas y el Consenso de Washington y se empezó a desmontar el Estado, acción que encontró aquí, en este paisito, entusiastas ejecutores, pero eso es otra historia. O no. La cosa es que yo le tengo cariño al sector público. Creo que debe ser fuerte y con un papel activo y vigilante en los desmanes del mercado, del todo vale. Solo el Estado nos puede ver como ciudadanos. El mercado nos ve como mercancías, ya ni siquiera como consumidores.

Poco a poco los políticos y las élites vieron que un sector público debilitado, desarmado y sin funcionarios de carrera les permitía entrar como los hunos de Atila a arrasar con los bienes públicos y a dilapidar los recursos.

Partido que ganaba las elecciones colocaba a miles de personas en el aparato estatal. Así desplazaba a los puestos por el partido anterior y a la vez era orillado por el siguiente. Como todo proceso de descomposición, en el gobierno del señor Morales (ya no sé cómo calificarlo) la inmoralidad llegó a un punto catártico (aunque seguramente falta lo peor) y se puso a una productora de televisión como secretaria de Bienestar Social porque «era rechula con todos los niños de la iglesia, si fíjese que cómo la quieren», a un camarógrafo de ministro de Ambiente, a un piloto como ministro de Desarrollo, a una funcionaria de quinta línea como ministra de Relaciones Exteriores porque no había nadie más, a la tropa loca repartida por muchos ministerios, a un oscuro personaje sin carrera ni experiencia conocida en el Ministerio de Gobernación. A la exministra de Comunicaciones la mandan a Francia porque sabe francés. Y los ministerios, secretarías, direcciones y entes autónomos y semiautónomos se llenaron de individuos que llegaron a asegurar un país por la impunidad y el saqueo o a atracarse de todos los recursos posibles durante el tiempo que duren. Mentalidad de narco: no sé qué pasará mañana, pero hoy viviré al máximo, sin límites, sin reglas.

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Desmontar las instituciones para debilitar el Estado ha sido la estrategia seguida por los cuerpos paralelos y por ávidos empresarios, ya que esto les asegura un acceso sin miradas fiscalizadoras a todos los recursos posibles que tiene el Estado para acumular y ganar poder, controlar a sus enemigos, conseguir contratos, colocar allegados y apropiarse del sistema de justicia o conseguir legislación a medida.

Con los nombramientos de la desadministración Morales, el gobierno de ese señor se parece cada día más al camarote de los hermanos Marx en la película Una noche en la ópera (aquí las versiones original y en español).

Los hermanos Marx lo hicieron de nuevo: predijeron el gabinete de Jimmy.