Jimmy Morales y el titular de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), Carlos Velásquez Monge, han protagonizado otro ridículo escandaloso. Son el hazmerreír porque montaron un show para celebrar la supuesta certificación del Aeropuerto Internacional La Aurora por parte de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI). Hicieron acto protocolario, invitaron al cuerpo diplomático, hubo discursos grandilocuentes, prensa, cámaras…
Sin embargo, la pantomima no duró mucho tiempo. El Aeroclub de Guatemala, Talleres de Aviación, el Círculo Aéreo y la Asociación de Pilotos Aéreos salieron al paso de la payasada denunciando las falsedades. Fernando Castillo, miembro de la junta directiva del Aeroclub de Guatemala, señaló que la terminal aérea tiene muchas carencias. «De 11 gradas eléctricas solo funcionan cinco. De 30 elevadores funcionan dos. Los aires acondicionados en algunas áreas funcionan y en otras no. Tampoco hay sala de espera, pero hicieron un área de juegos para los niños. El aeropuerto es un lugar de paso, no para llevar a los niños los domingos », dijo.
Muchísimo más graves que estas falencias del aeropuerto son las denuncias de Castillo y del aeroclub de serios problemas de seguridad, incluyendo despidos masivos de controladores aéreos, presiones para los jóvenes que hoy intentan hacer su mejor trabajo en horarios extenuantes y sin la capacitación y la experiencia requeridas, bomberos sin el equipo adecuado para atender las características especiales de un percance aéreo, etc. Un boletín de alerta sobre las fallas de seguridad del aeropuerto la Aurora emitido por el sistema de reporte para la aviación segura de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) a la Administración de Aviación Federal (FAA), ambas del Gobierno de los Estados Unidos, relata incidentes causados por la cuestionable efectividad de los sistemas para la aproximación de aeronaves comerciales, lo que sugiere riesgos operacionales para el transporte aéreo.
No hay que ser un experto acreditado en temas de aviación para advertir la gravedad de este asunto. Los registros de las catástrofes y de las tragedias de la aviación civil dan cuenta de que la combinación de negligencia y estupidez política, los abusos y la fatiga de los controladores aéreos y, en general, todos los aspectos denunciados son una receta peligrosísima para el desastre. No se trata solo de robo de dinero público o de los intereses aviesos, sean cuales sean, del director general de Aeronáutica Civil, sino de su enorme y profunda irresponsabilidad.
Este caso demuestra un desprecio por las vidas de los demás. No es una cuestión de dimes y diretes que quedará resuelta cuando uno de los bandos logre mayores réditos en las percepciones populares. Ojalá no ocurra, pero, si la tragedia nos toca y ocurre una matanza por una falla de seguridad del aeropuerto, ¿de qué nos servirán las lamentaciones y el inevitable encarcelamiento del flamante director general?
El aéreo sigue siendo hoy el medio de transporte más seguro, una estadística que es válida solo porque ese medio es también el más regulado y controlado. Pero, si el gobierno de Jimmy Morales entiende las reglas de la aviación civil como Álvaro Arzú entiende las regulaciones de los fideicomisos y, por otro lado, el director de Aeronáutica Civil pretende servirse del aeropuerto La Aurora como si fuese una terminal de autobuses rojos, me temo que la probabilidad de una tragedia sube vertiginosamente.
Ojalá las probabilidades nos concedan tregua hasta que llegue un titular de la DGAC responsable y honesto, que entienda que el aeropuerto no es un juguete presidencial.
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