Muchos heroísmos en dicho campo han quedado en el olvido, y a algunos solo se les ha dado la debida relevancia cuando las personas que los ejecutaron pertenecieron a clanes familiares con el suficiente poder social y económico para perpetuar dichas gestas en el tiempo.
En 1974, cuando cursaba el segundo año de la carrera de Medicina, tuve mi primer encuentro con algunos de esos héroes casi desconocidos. Ese año, en el Paraninfo de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Carlos de Guatemala, hallé una placa marcada por el tiempo, con letras poco legibles y muy cerca de desprenderse de la pared en la que estaba sobrepuesta. Contenía los nombres de unos médicos que habían fallecido en el ejercicio del deber durante una epidemia de fiebre amarilla que asoló Guatemala en 1918.
De dicha desgracia, que diezmó a alrededor de 100,000 personas en El Salvador y en Guatemala, quedó más historia escrita en México que en nuestro país. Así, a la fecha, algunos medios de allá aún la recapitulan. A manera de ejemplo, el Diario de la Historia recuerda: «A principios de 1918, una epidemia de fiebre amarilla afectó a Guatemala, a El Salvador y posteriormente a México. La zona con mayor emergencia sanitaria por la enfermedad fue Guatemala, lo que ocasionó que el Gobierno federal solicitara al gobernador de Chiapas, coronel Pablo Villanueva, [que] le informara sobre la situación de salud en el estado. El gobernador informó sobre algunos casos aislados registrados en la frontera. Como medida de emergencia, el 30 de abril de 1918 el Gobierno estatal prohibió la entrada y salida de ferrocarriles de pasajeros provenientes de Guatemala, así como de personas del vecino del sur. Con estas acciones se buscó establecer un cerco sanitario para evitar el contagio».
Un profesor de epidemiología (a quien le gustaba la historia de la medicina) me compartió que fueron muchos los médicos y las enfermeras que murieron en el intento de salvar vidas y de detener esa devastadora epidemia. Sin embargo, de todas esas personas, muy pocas quedaron en la memoria histórica de los pueblos.
Aduzco esos heroísmos porque considero que en cada población, en cada lugar, debería llevarse un registro anecdótico de todas las profesiones. La historia debe servirnos no solo para conocer el pasado (de suyo un conocimiento muy importante), sino para entender nuestro presente y prever el futuro.
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En el caso de la medicina y la enfermería, aunque son profesiones de causa noble —y quien a ellas se mete sabe a qué atenerse—, es conveniente llevar un registro de sucesos trascendentes. Por ejemplo, entre mis búsquedas recientes encontré que no fue sino hasta en agosto de 1987 cuando se instaló en Cobán un anestesiólogo debidamente especializado, siendo que para ese año ya había un hospital en la región. Este caso concierne al doctor Mario Luis Rivera Ávila, quien ejerció más de un año ad honorem en el Hospital Regional de Cobán y quien durante muchos años más, sin perjuicio de las horas por las cuales devengaba un salario, estuvo de llamada las 24 horas del día durante los 365 días de cada año.
Su tarea no fue exclusiva en relación con su labor anestesiológica. También formó técnicos en anestesia y prestó atención a pacientes que necesitaban el soporte de un anestesiólogo más allá de la sala de operaciones.
Así como rememoro el caso del doctor Rivera, el 19 de marzo de 2016 escribí de don Roberto Akú Ajín, uno de los primeros especialistas en medicina interna en llegar a Cobán: «En estos tiempos cruciales —cuando en Guatemala parecen haberse desatado no cuatro, sino muchos jinetes del Apocalipsis— es muy fácil encontrar temas para desarrollar o ahondar en ellos. Empero, muy pocos los hay desde donde se puedan ponderar virtudes o ejemplificar con la vida de alguien a manera de modelo a seguir».
Y así, en cada profesión, seguro estoy de que hay personas que bien merecerían ser recordadas porque la historia remota y la reciente nos ha sido negada.
De tal manera, estimado lector, algunos de mis artículos estarán dedicados a recuperar la historia reciente de nuestros lares.
Hasta la próxima semana si Dios nos lo permite.
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