Tengo muchas anécdotas para confirmar la importancia que la sociedad guatemalteca les da a los apellidos. Recuerdo una chica con apellido de origen italiano que humilló a un pretendiente diciéndole que cómo se le ocurría que su común apellido chino podía mezclarse con su estirpe.
No hay excepciones en esta sociedad. Los apellidos de origen maya también tienen jerarquías y despiertan similares sentimientos de superioridad.
Así pues, para muchas personas, los apellidos vienen a ser como los billetes. Hay de a quetzal, de a cinco, de a diez… Hay personajes que se sienten billetes de mil.
¿Hay razón para tener todo un sistema de pesos y medidas con base en los apellidos?
Quienes tienen apellidos poco conocidos pueden sentir que eso les otorga un estatus especial y que los demás les deben guardar consideración. Algunos descendientes de conquistadores piensan que su apellido es como una vida para oprimir a quien se les antoje. Ellos cuentan su historia familiar desde la sangrienta conquista sin rastrear qué tipo de billete eran en su lugar de origen y antes de embarcarse hacia América. Y si el apellido es en idioma extranjero, se piensan de élite porque sí.
Para intentar chapear un poco el asunto, veamos algunos puntos importantes.
Muchos apellidos nacieron por referencia geográfica. Como ejemplo al azar, Burgos es una ciudad y provincia de la comunidad autónoma de Castilla y León, en España. El apellido significa eso nada más: origen geográfico.
Muchos apellidos se refieren a la ocupación antigua de las personas. Otro ejemplo al azar: el italiano Cipolla, que traducido al español significa cebolla. Así que, probablemente, la familia Cipolla se dedicaba a ese cultivo. En inglés sucede lo mismo. Smith significa herrero, así que a los descendientes de tal obrero se les inscribía con ese apellido.
También existe relación con los siervos de los señores feudales, que eran identificados con el apellido de su amo. O mucho peor. En países como Mozambique, los portugueses cristianizaron a los nativos asignándoles nombres de cosas. Así, hay apellidos como Zapato, Bacinica y lo que se le ocurra. En Guatemala, los conquistadores impusieron algunos nombres como apellido (Pedro, Vicente, Macario).
Lo anterior significa, además, que eso de los apellidos como los conocemos hoy es un asunto relativamente nuevo. Según una fuente en Internet, el uso de apellido paterno y materno en español se institucionalizó allá por 1870.
Muchos apellidos son verdaderas degeneraciones de los apellidos originales. Esto se dio en los registros civiles, donde los nombres eran cambiados por capricho, ignorancia o error. Por eso tenemos Valdés, Valdes y Valdez, por ejemplo. De ellos, el apellido que tiene origen en un lugar geográfico de España es el primero.
Hay muchos ejemplos para subrayar la importancia de conocer muy bien el origen y las circunstancias de los apellidos. Esto último, debido a que existen adopciones, cambios voluntarios, favores para salvar honras heridas y, cómo no, falsas paternidades. Esos son secretos de familia ya hechos polvo, así que es posible que una línea de descendencia haya cambiado de apellido varias veces en el camino. Y nosotros presumiendo el apellido que creemos inamovible por generaciones. Y hasta construyendo árboles genealógicos para colgarlos en la sala de la casa.
El punto de este artículo es que hay que pensársela bien antes de querer apocar a otros con base en apellidos de supuesta reputación. Lo que debería ser motivo de orgullo no es el apellido, sino cómo se ha llevado, no importan ni su origen ni su presunto peso histórico o social.
En una misma familia (digamos de una a tres generaciones, para ir a lo seguro) hay todo tipo de personas. Buenas y malas, nobles y perversas, honradas y delincuentes. Ignorar este hecho solamente demuestra complejos, casi taras sociales, pues lo verdaderamente importante es la clase de personas que somos. No basta con dar apellidos a los hijos. Lo que más cuenta es el buen ejemplo, los valores transmitidos, los sueños inspirados.
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