Realizado en un lujoso hotel de la capital y organizado por la Fundesa, su lema fue: «Aquí estamos viviend@. Casas, barrios y desarrollo». Se llevó a cabo en un ambiente propio de los mejores shows mediáticos, derrochando tecnología y ponencias de connotados técnicos nacionales y de exalcaldes de dos grandes ciudades españolas.
La idea central del encuentro fue poner en la mesa de discusión el problema del déficit habitacional y la búsqueda de una planificación ordenada. Se calcula que hay un déficit cercano a los dos millones de viviendas. Previamente se realizaron seis conversatorios acerca de la vivienda, el acceso a ella, los barrios, los servicios domiciliares, normas, instituciones y los impuestos a la propiedad.
Independientemente de problemas como la certeza jurídica de las propiedades, la falta de infraestructura, la débil institucionalidad del país, la calidad de la oferta y de la demanda habitacional, quiénes tienen capacidad de pago para adquirirla o la existencia o no de políticas de gobierno adecuadas, el énfasis central es el interés de los desarrolladores (constructores) de garantizarse inversiones durante los próximos 15 años como mínimo y con un fuerte apoyo del Gobierno y de las municipalidades, ya que han estudiado las tendencias poblacionales y el crecimiento de las ciudades y de la urbanización.
No se trata de construir solamente complejos habitacionales, sino también barrios con servicios educativos, de transporte, recreativos y de convivencia, y algunos pusieron de ejemplo cómo había surgido la zona 4 de la capital, impulsada por gobernantes liberales de finales del siglo XIX en remedo de las capitales europeas que centralizaron el poder político, económico, militar y eclesiástico para controlar y poner a su servicio al resto del país.
El centralismo, que actúa como fuerza centrípeta, fue diseñado por las élites de poder para garantizar en la capital los más importantes servicios e infraestructuras para su beneficio económico y político. Resultados: se provocó una migración del campo a la ciudad para proveer mano de obra abundante y barata; las mejores calles y carreteras convergen en la capital; el aeropuerto sigue dentro de la ciudad, en contradicción con normas mínimas de seguridad; el sistema financiero y político y las sedes centrales del Estado se asientan allí, y los medios de comunicación difunden la vida capitalina más que la de la provincia.
[frasepzp1]
El proceso de urbanización en el que se enfoca el Enade está en esa lógica. La capital es el referente para resolver el problema del crecimiento poblacional y la consecuente falta de viviendas. No se plantea que las comunidades se desarrollen equitativamente para quitarles peso a las corrientes migratorias hacia los centros urbanos y la capital.
No se ha tomado en cuenta que la dinámica histórica de crecimiento de la comunidad es distinta a la de la ciudad. La primera se ha configurado en función de los intereses y privilegios de esta última. El Libro segundo del cabildo de la ciudad de Santiago, fechado en 1530 [1], documenta el proceso de la traza de la ciudad para los españoles y el consiguiente reparto de solares para viviendas, edificios públicos, iglesias, calles y huertas cercanos a la ciudad. En tanto, más alejados se designaron los terrenos para que los indígenas y los mexicanos se asentaran y dedicaran al cultivo del maíz y de otros productos agrícolas que surtían a la ciudad, con lo cual se garantizaba, vía la esclavitud, mano de obra al servicio de los españoles. Así es como nace lo que hoy llamamos el área rural, división que se mantiene en los actuales planes de ordenamiento y en la distribución político-administrativa del país.
El Enade mantiene ese enfoque. Son la ciudad y su crecimiento el foco de interés para la inversión en vivienda y en servicios. El área rural es proveedora de insumos agrícolas, así como de fuerza laboral para los trabajos más precarios y de agua para consumo humano y productivo, y depósito de desechos sólidos y de aguas residuales. Pedro Ortiz, exalcalde de Salamanca, España, sentenció: «Normalmente, un país está 30 % peor que las metrópolis, pero que esté 400 % peor, como Guatemala, desarticula un país».
Un enfoque más equitativo es considerar el municipio de manera integral y no privilegiar la ciudad: proveer de servicios básicos a las comunidades llamadas rurales e impulsar una formación y producción sostenible, que rompa el cerco colonial de petrificar a los habitantes de estas como agricultores de subsistencia.
[1] Edición coordinada por Wendy Kramer, Jorge Luján Muñoz, el Cirma, la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, la Universidad del Valle de Guatemala y otros (2018).
Más de este autor